(este blog puede matarte)

sábado, 16 de julio de 2011

Serie

Necesito volver a matar.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Asesino

Maté al tipo.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Onceavo

El Gordo Celutti, encargado de seguridad en la empresa de mi viejo, me pasó a buscar a las 9.15 de la mañana.
— Subite flaquito, metele.. — me animó desde el interior del auto de mi padre. Subí.
Celutti es un tipo simple, sin que simple sea una virtud. Es de esa clase de personas que siempre responden de la misma manera a todo:
'Gordo, qué música escuchás? — Y yo escucho de todo un poco flaquito.. cumbia, tango, Fito, cuarteto, Sandro..'
'Gordo, qué mirás en la tele? — Yyyy, yo miro de todo flaquito.. Tinelli, Crónica, Discovery.. el canal de las comidas ese.. cómo se llama? Vermout?'
Siempre dispuesto a preguntar y comentar llenando silencios, un tipo pelotudo (según mi viejo), textualmente: de esos pelotudos que siempre hacen falta. Sin embargo hay algo en el Gordo que hace que sea imposible despreciarlo, y es esa voluntad eterna que tienen los entrometidos de querer ayudar en todo, esa lealtad no solicitada que dispensan a cualquiera hasta el punto de meterse en problemas de puro comedidos, y el Gordo Celutti había tenido la desgracia de encontrar laburo con mi viejo.
— Viste a Saucedo, Gordo? — le pregunté mientras cruzabamos el primer semáforo en amarillo.
Ladeó la cara, queriendo poner de costado una mentira para que sonara convincente.
— Tu viejo me dijo que no te adelantara nada, no lo vi yo.
— Y qué onda?
— No te puedo decir más flaquito, vos sabés cómo es tu viejo..

No, yo nunca tuve idea de cómo es realmente.
A toda velocidad llegamos al puerto por Esandi, entramos en las calles incómodamente angostas, y estacionamos detrás de los galpones de la vieja aceitera.
Detrás de la Darsena Norte sobrevive un basto conjunto de bloques y depósitos, que en su época de apogeo nacionalista era el centro de la actividad de la ciudad. Hoy, casi cincuenta años más tarde, es un complejo abandonado a su suerte.
Allí, caminando detrás de Celutti, cruzando puentecitos angostos encima de los canales, pisando el adoquinado interrumpido por manchones de porfiada hierba resultaba fácil sentirse en medio de uno de esos pueblos fantasmas que dejó la Unión Sovietica nuclear después del asunto Chernovyl.
Titanes de chapa, grúas que parecian enormes brazos desmebrados en óxido.. un paisaje triste, solo corrompido en su naturaleza por el cielo azul de noviembre.
El Gordo interrumpió mi viaje psiconautico abriendo aparatosamente un portón verde; usando más fuerza de la necesaria, a lo bruto, a lo bestia, a lo Celutti. Entramos a la oscuridad que nos recibió con su perfume mohoso.
— Cuidado flaquito, la fábrica está abandonada y no hay electricidad — me dijo mientras pisaba vidrio molido justo delante de mis pies. Estiré la mano para alcanzar un poco de luz, el cuerpo reacciona confundido cuando perdemos uno de los sentidos básicos. Unos cuarenta metros más adelante, comencé a presentir murmullos. Al final del corredor en el que habiamos entrado el Gordo comenzó a anunciarse.
— Acá viene el pibeee, soy yo también, loco! — La respuesta fue el silencio total.
Detrás de la abertura donde deberia haber estado una puerta, se abria una estancia basta. Alguna especie de depósito con una cúpula vidriada. No se podía ver el cielo, pero la luz se colaba furtivamente a través de la mugre de los cristales.
Allí, en medio del lugar, pude ver un cúmulo de personas moviendose bajo una nube de tabaco.
— Pichón, mirá lo que tenemos para vos.. — me recibió la voz de mi padre.
Y señalandome sus espaldas pude ver a un hombre sentado en una silla. Atado a una silla.
La bronca me crispó el estómago, los pies comenzaron a naufragar dentro de mis zapatillas.. sentí asco, repulsión. Cerré los ojos, pero los párpados no pudieron protejerme.
— Tomá — me ofreció.
Abrí los ojos y la ví brillar sobre la palma de la mano de mi viejo. Negra, brillante, sigilosa y letal como una serpiente.
— Saludá a mi hijo Saucedo, no seas irrespetuoso hijo de puta!

viernes, 12 de noviembre de 2010

Largos sentimientos, largas consecuencias

De alguna manera toda persona en la ciudad se enteró del accidente de aquella tarde.
El canal de las placas rojas estuvo pasando dos días seguidos imagenes del cuerpo destrozado de Luisa. Incluso fui dado por muerto en algunas noticias.
Se buscó el auto, infructuosamente.. fue como si hubiera sido tragado por el asfalto. A pesar de la cantidad de gente en la calle en aquella hora nadie tomó nota de la matrícula del auto; incluso algunos testigos no se ponian de acuerdo en su color o modelo.
Finalmente, 3 semanas después lo encontraron en una cava a 13 kilómetros de mi casa, completamente desmantelado y carbonizado, pero ni la policia, ni los contactos que había influenciado mi padre pudieron dar con su dueño.
Nicolás Efraín Saucedo.
Ese es el nombre del asesino de Luisa, del asesino de mi monótona vida anterior. Ese es el nombre del tipo que huyó cobarde después de azotarnos impúnemente la existencia.
Si me hubiesen preguntado qué le hubiese dicho si lo tenía cara a cara algún día, no hubiese sabido a ciencia cierta qué responder, quizá una muletilla que usa mi madre frecuentemente: 'Que tengas tiempos interesantes, que encuentres lo que buscas'.. una maldición china, según ella, una estupidez según mi padre.
Ayer, ocurrió.
Ayer mi padre me llamó, para decirme que unos amigos suyos habian encontrado a Saucedo, que fuese a verlo.

Jamás voy a olvidar el día de ayer.

jueves, 28 de octubre de 2010

Luisa

La conocí a mediados de julio, me alcanzó saliendo de la facultad.
— Hey! — y me llamó por mi nombre. Se acercó sin aliento hasta el descanso de las escalinatas.
— Hola.. nos conocemos? — le pregunté abiertamente desconcertado.
— Si, cursamos Ética juntos, soy Luisa y ésta es tu bufanda.. no sé si tiene nombre..
— Eh? Jajajaja!

Las siguientes tres horas no dejamos de hablar, era la clase de chica de la que te enamorás sin darte cuenta. Con un atractivo que zigzagueaba entre la inteligencia y el desparpajo. Su boca fluctuaba en mohines despreocupados y estallidos de risa. Ocurrente, brillante.. hablamos de marketing, claro, de sus extravagantes gustos de música, de su amor por los perros, de mi fobia a las escaleras y del color (extravagante según ella) de mis zapatillasy mi bufanda a la cuál bautizó 'Arribia'.
Creo que desperté de vaya a saber qué sueño, aquella tarde al conocerla.
Sentados en una mesita del Cliff, té de durazno para ella, café con crema frente a mi; siguió indefinidamente la charla.. sin silencios incómodos, sin poses.
— Así que sos el típico chico solitario, ah? — preguntó.
La miré fijo sin prestar demasiado atención a su pregunta, por el momento. Su pelo era castaño, muy ondulado y casi desprolijo, ojos marrones, tez blanca, los dedos de sus manos eran vivaces y sus uñas pequeñitas.
— No soy solitario, solo disfruto no tener apuro.
— Jajajaja! Y cómo es eso?

— Cuando conocés personas, y las frecuentas.. comenzás a depender de ellas, de sus horarios y antojos, eso.
— Y es lo mismo hombre! Sos solitario, punto! Y acabás de meterme en un apuro..
— Por?
— Porque ya es tarde y pensaba pedirte que me acompañaras a casa, no queda lejos.. vamos?
— Vamos.

Disfrutamos las ocho cuadras.
De repente dijo 'Aquí es' y abrió la puerta con un movimiento rápido. Espero mi saludo pero me despedí solo con una sonrísa.
La verdad es que sobraban las palabras.

sábado, 9 de octubre de 2010

El Útero

- Bueno, contame.. cómo llegaste acá?
- Engañado, me siento estafado.
- Jajajajaja!
- Rió de buena gana, y ese rostro corriente, ordinario adquirió vida de repente. Más de dos docenas de sus dientes perfectamente blancos apuñalaron mis ojos, y la habitación dejó de parecerme lúgubre.
Siempre consideré inteligentes a las personas que ocultan bien su risa, hubo algo en Elvio que me dijo que hacía mucho tiempo no reía de aquella manera.
- Ok, si te incomoda estar aquí podemos llamar a tu padre para que vuelva por vos - sonó seguro.
- Cómo se supone que comencemos?
- Podés comenzar poniendote cómodo
- hizo un gesto que se me antojó estudiadísimo, extendiendo reverencialmente su brazo derecho mostrandome el camino hacia el enorme sillón negro en el centro del aposento.
No recuerdo cómo siguió la charla, perdí completamente la noción y el nexo entre la llegada y el momento en que me di cuenta de que estaba allí mullido y protejido, en ese útero de cuero oscuro contandole mi historia a Elvio.

'.. yo ya estaba vestido, así que le ayudé a ponerse un sweater. La besé mientras ataba los cordones de sus zapatillas, nos ardían los labios así que fue un beso cortito pero tuvo su magia. Su color.
Salimos a la calle abrazados, ella aún tenía el pelo húmedo, hablabamos de no recuerdo qué.. creo que de.. no, no recuerdo.. hicimos un par de cuadras y en esa esquina dejamos de abrazarnos y cruzamos tomados de la mano, todavia recuerdo la senda peatonal, es como una foto dentro de mi cabeza.. después algo.. supongo que el sonido del motor acelerando me dijo que algo allí no estaba bien y que todo (mi vida, el entorno, todo) iba a cambiar drásticamente. Es como cuando en pleno sueño tenés la conciencia del Cuco que te espera en el placard, me explico?
Bueno, ahí venía nuestro Cuco, mil trescientos kilogramos de metal y plástico. Siempre tuve la fantasia de poder saltar por encima de un auto a punto de atropellarme, sé que suena estúpido, lo sé.. pero en ese momento, en esas décimas de segundo.. creí que lo lograría, casi me alegré de tener la oportunidad de probar que podía saltar tan alto que el auto pasaría por debajo de mis pies.. me equivoqué, obviamente.'

'Nos dió de lleno, te puede parecer loco pero sentí cuando el paragolpes alcanzó mi pierna, intenté mirar a Luisa pero antes de que mi cuello pudiese girar sentí como mi rodilla izquierda se hundía en su pecho, la vi volar por encima de todo, de mi, de nuestro Cuco..
Choqué con el techo del auto, sentí cómo se aplastaban mis vértebras, un dolor insoportable que me obligó a cerrar los ojos. Caí encima de mi brazo derecho, me lo destrozó el peso de mi propio cuerpo
-mientras hablaba me acariciaba inconscientemente la muñeca de ese brazo- la sangre me chorreaba por las mejillas, suponía que no era grave.. pensaba que me habia cortado una oreja a lo sumo.
Me enloquecía no poder escuchar, estaba aturdido, me sentía anestesiado, no veía a nadie en la calle a pesar de que el lugar del accidente se llenó rapidamente de curiosos. Intenté mover las piernas, pero habian desaparecido, no las sentía en absoluto. Busqué a Luisa con la mirada y reconocí su sweater a rayas blancas y negras, el que yo le había puesto hacía menos de diez minutos.. es lo último que recuerdo de ella, una imagen horrible.
Su cabello, la sangre que brotaba de su cabeza y su sweater a rayas.
Después..

..esto no lo he contado nunca.. creo que porque recién hoy lo recuerdo.. una abeja se posó en mi mano rota, una abeja entendés? Y me clavó su aguijón. La estúpida abeja me clavó su aguijón, bastó para romperme el alma por completo.. después.. nada..'

viernes, 1 de octubre de 2010

Mens sana in corpore sano

- Hola viejo.
No responde mi saludo, pone luz de giro hacia la izquierda y acelera. Me ajusto el cinturón mientras doblamos por Borges seguidos por un cúmulo de irritados bocinazos de la avenida.
- Recién te levantás? - pregunta - Sacate esas gafas de sol, está lloviendo, no quieras disimular tu resaca conmigo.
Miro por la ventanilla sin hacerle caso, obviamente él no esperaba que obedeciera.
- Dice tu madre que rara vez respondés sus mensajes, no sé para qué te compré el teléfono..
- Es un reclamo viejo?

- No, es un hecho. Tu madre se preocupa por vos, no seas desagradecido y llamala, de última soy quién paga tus gastos.
- Justamente, no uso el teléfono para que no gastes.. para esto viniste a buscarme?
Mi viejo y yo. Todo colisiona en algún momento. La lluvia misma golpea violentamente el parabrisas del auto mientras pasamos junto al estadio.
- Dormís de día ahora?
- Si.
- Por qué?

- Me mantengo despierto a la hora que la mayoria de la gente vive..
Me mira mientras frunce el ceño - Lo qué? Explicame eso.. Ja.. ja..
Me incomoda su sarcasmo, sin embargo respondo - La gente labura de día viejo, desde las ocho hasta las cinco todos en la oficina, cumpliendo, haciendo cosas que no quieren hacer, cuando salen de la oficina recién viven.. por ejemplo, no sé si estás vivo o muerto ahora..
- No estoy en la oficina.
- No es el punto.

Clava los frenos de golpe, el muy torpe sabe que desde el accidente este tipo de cosas me duelen.
- Llegamos - anuncia.
- Qué es este lugar?
- Vinimos a terapia pichón, te ayudo a bajar?
- Ya tengo 2 sesiones semanales de kinesio, no necesito más que eso.
- No no, jaja..
- ríe el muy imbécil - vinimos a un psicólogo.
Convengamos en que volví a caminar hace 3 semanas, más de 2 meses después del accidente.. un 10% de mi pierna derecha es de titanio, si no queria volver caminando al departamento no tenia más salida que bajar e intentar el experimento de mi padre.

Después de la presentación de rigor entré al consultorio de Elvio - así se llama mi flamante psicólogo - no recuerdo mucho su cara, ultimamente mi cerebro considera información poco útil cualquier rostro nuevo, pero sí recuerdo que pensé 'este tipo quiere solazarse con mi cabeza'..
Así que decidí engañarlo, pan comido.